Colombia rebosa talento deportivo, pero carece del sistema que lo sostenga y lo proyecte. Mientras países como Argentina y Brasil han convertido su potencial en una marca país gracias a la planificación, la articulación de actores y una mentalidad ganadora, en nuestro país gran parte del talento se pierde en el camino. Este artículo analiza cómo estos referentes regionales han superado limitaciones estructurales para posicionarse en el escenario mundial, y plantea un llamado a construir un ecosistema deportivo colombiano robusto, inclusivo y sostenible. Porque talento sí hay; lo que falta es el sistema que lo haga eterno.
En Colombia, el talento deportivo es inagotable: aparece en cada barrio, cada colegio y cada rincón del país. Sin embargo, la historia es conocida: pocos llegan a la élite y muchos se pierden en el camino. Mientras tanto, países como Argentina y Brasil, que comparten retos estructurales similares a los nuestros, han logrado construir una mentalidad ganadora y un sistema que potencia su talento hasta convertirlo en una marca país. ¿Qué hicieron distinto? Planificaron, unificaron esfuerzos y entendieron que el talento, sin un sistema que lo sostenga, es solo una oportunidad desperdiciada.
Talento que no se organiza, se desperdicia En Colombia, el talento deportivo surge de manera casi natural: jóvenes que brillan en torneos locales, comunidades que forman atletas con recursos mínimos y entrenadores que trabajan con más pasión que presupuesto. Sin embargo, gran parte de ese talento se diluye antes de alcanzar su máximo potencial. La razón es simple: no existe un sistema sólido que lo acompañe desde la base hasta la élite.
En contraste, países como Argentina han reconocido que el talento por sí solo no basta. Han desarrollado estructuras competitivas desde las divisiones infantiles, ligas regionales bien calendarizadas y sistemas de captación vinculados a clubes profesionales. Según el Observatorio del Deporte Argentino (2023), “la detección y el seguimiento sistemático de deportistas desde edades tempranas ha sido clave para mantener la competitividad internacional”.
Brasil: del barrio al mundo, pero con método Brasil, a pesar de sus desigualdades, ha logrado articular un modelo en el que el talento se detecta temprano y se conecta con instituciones capaces de potenciarlo. Desde las famosas “escolinhas” de fútbol hasta programas estatales como el “Bolsa Atleta”, el país ha entendido que invertir en el desarrollo integral del deportista —educación, salud, soporte familiar— es tan importante como entrenar la técnica.
La Confederação Brasileira de Desportos afirma que “el talento sin planificación es suerte, el talento con un plan es estrategia”. Esta mentalidad ha permitido que Brasil no solo exporte deportistas a las ligas más competitivas del mundo, sino que también construya una identidad deportiva reconocida globalmente, con alto valor comercial y cultural.
Colombia: entre el potencial y la oportunidad En Colombia, la ecuación es clara: talento hay, pero el sistema es débil. Aunque existen esfuerzos aislados de federaciones, clubes y programas gubernamentales, la falta de articulación provoca duplicidades, brechas y desperdicio de recursos. El país necesita un plan nacional que unifique esfuerzos, cree rutas de desarrollo claras y fomente alianzas entre el sector público, privado y académico.
El reto no es copiar modelos de otros países, sino adaptarlos a nuestra realidad. Tal como advierte el exentrenador argentino Marcelo Bielsa: “Una idea sin contexto es un dibujo, no un plan”. La clave está en construir un sistema que no solo produzca campeones, sino que genere una industria deportiva sostenible, capaz de posicionar a Colombia en el mapa global del deporte, no como exportador ocasional de talento, sino como potencia estructural.
El talento deportivo en Colombia no necesita demostrarse, necesita organizarse. Argentina y Brasil nos muestran que, incluso en contextos de crisis y desigualdad, es posible construir un sistema que convierta la pasión en resultados y la capacidad individual en una ventaja competitiva colectiva.
No se trata de descubrir nuevos talentos cada año, sino de garantizar que cada talento descubierto tenga una ruta clara para crecer, competir y dejar huella. Si seguimos dependiendo del azar y la buena voluntad, repetiremos la historia de oportunidades perdidas. Si apostamos por un sistema robusto, inclusivo y articulado, podremos transformar ese potencial en un legado que trascienda generaciones.
Porque talento sí hay; lo que falta es el sistema que lo haga eterno.
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