Las y los hinchas clasiqueros generan ingresos en momentos clave:
cuadrangulares, finales, partidos de alto flujo; para ser más precisa, justo en el momento en que el club necesita más recaudo. Las finales no se llenan solo por los abonados; se llenan porque hay hinchas que se activan cuando tienen que activarse. Recordemos que el aumento de hinchas crea atmósferas inolvidables, historias colectivas y momentos icónicos. Eso que llamamos “la magia de las finales”.
Las y los hinchas clasiqueros activan los picos de audiencia, de conversación y de exposición mediática. Aumentan el impacto emocional en los momentos decisivos, ese impacto que llena de fuerza a las y los deportistas justo cuando más lo necesitan, en esos instantes que construyen la memoria histórica. La y el clasiquero llegan cuando el club necesita más ruido, más fuerza, más hinchas, más emoción y más visibilidad.
Por eso propongo que nos reconciliemos con las personas que viven el deporte desde la intensidad y no desde la rutina. Pensemos en esto: la emoción de los momentos grandes multiplica la conexión. La y el clasiquero viven el club como quien celebra la cosecha, como quien celebra el cumpleaños al que lo invitaron, como quien celebra a un hijo o una hija ajena, como quien se alegra por el éxito de los demás. Todas estas son emociones válidas y humanas. La pasión selectiva también es pasión.
Lo que a mí me hace ruido es: ¿por qué nadie critica a quien solo ve la final de
Wimbledon, el
Super Bowl, la final de la
NBA o la final del
Mundial? Ah, pero eso sí, en el fútbol local se critica durísimo, aunque, emocionalmente, el mecanismo es el mismo.
Y esto va a sonar aún más impopular: no todas las personas quieren invertir tiempo, dinero y energía en un solo club todo el año. Muchas personas distribuyen su amor por el deporte entre
pádel,
crossFit,
running,
boxeo,
ligas diversas, experiencias culturales, conciertos, teatro y todo lo que se puedan imaginar. Esa diversidad también alimenta el ecosistema deportivo y cultural del país. No se es menos hincha por no abonarse; son hinchas que invierten en muchas formas de deporte y eso también fortalece la economía del deporte.
Les invito a repensar la idea de que la y el clasiquero son “infieles”. Simplemente es un tipo de
hincha con otros patrones de consumo. El deporte moderno funciona también con picos de consumo, no solo con consumos constantes. Como la Navidad, por ejemplo. No se puede romantizar que todos se abonen o vayan siempre: no es ni realista, ni inclusivo.
Y ahora mi punto clave: ¿y si más bien aprendemos a aceptar la diversidad de hinchas? La integramos para que los clubes entiendan los distintos segmentos de hinchas y así diseñen estrategias de marketing más inteligentes. La y el hincha clasiquero no reemplazan al hincha de siempre, lo complementan. Porque, recordemos,
la economía del deporte vive tanto de la constancia como del estallido.